Aquella noche no pudo dormir. La anciana
costurera le había preparado una cama en un cuarto solo para él. Hacía días,
meses, que no dormía en una cama. Había adquirido el hábito de dormir en malas
condiciones. ¡Tanto tiempo durmiendo con un ojo cerrado y el otro abierto!
Siempre en continuo sobresalto. Semidormido y medio despierto. En constante
actitud de vigilancia preventiva. Vigilando para seguridad de los demás y
vigilando como mecanismo de autodefensa. Toda la noche se convirtió en un
"sueño despierto". Se tentaba a sí mismo y no sabía bien cual era su
situación.
Imágenes, ruidos, explosiones, huída
repentina, retiradas, hechos horribles, gritos de dolor se agolpaban en su
cabeza, y su corazón latía de tal manera que era imposible concebir el
sueño.
Sandríne, la costurera-modistilla, lo vio tan joven, desaliñado y tan abatido que, cogiéndole del brazo, lo llevó hasta su casa. Una casa pobre, pero digna morada de aquella mujer que había estado trabajando toda su vida y que vivía sola.
Laureano, que así se llamaba el exiliado o refugiado, la siguió como un cordero. Ella le preparó la habitación y, después de tomar la sopa, se acostó; más bien la anciana le obligó a que se acostara. Ella encontró "un hijo" y él la miró como a su madre.
Había decidido subir hasta el centro de Francia, hasta el corazón de "La France". Al salir de Argelès Sur Mere con el "pase" que les proporcionó la Administración Francesa, cogió el tren y de un tirón dejó atrás Perpignan, Carcassonne, Toulous, Montauban hasta llegar a Orleáns.
La mayoría de sus compañeros habían preferido
quedarse por el sur, cerca del Pirineo, cerca de España. En grupos, casi "en
manada". Se dejaban ver. Había quienes seguían pensando que la reconquista de
España para la República era posible. Mi padre, Laureano, pensó todo lo
contrario: habían perdido la guerra y no había vuelta atrás. Por eso decidió ir
hacia el interior de la Francia. Él, solo, se fue "camuflando" mucho mejor entre
los franceses. Molina se fue dándose vida por su cuenta. No estaba "controlado".
No se sentía controlado. Para él era como coger "el toro por los cuernos" del
exilio de su España querida. Comenzaba una nueva etapa en su vida y había que
aprovecharla.
Quedarse en grupo, en el sur de Francia, cerca
de los Pirineos, sería la "perdición" de muchos al ser ocupada Francia por los
Alemanes Nazis. A éstos les sería más fácil cogerlos y llevarlos hacia los
Campos de Concentración y de Exterminio. Sería la perdición de
muchos.
Algunos, como mi
padre, terminarían de aprender a leer y escribir, y las cuatro reglas de
aritmética. Otros, plasmaban su imaginación artística en pobres lienzos. Y
todos, de una manera o de otra, comenzaron a comerciar con todo lo que era útil
en aquellas circunstancias. Había quienes redactaban elementales periódicos
informativos. Otros constituían Comités de Apoyo Mutuo para sobre vivir y ayudar
a los más débiles. Cada uno se auto protegía, pero sin olvidar la solidaridad
hacia los demás. Porque, en aquellas circunstancias, ayudar a los demás era
ayudarse a sí mismo. "Hoy por mí, mañana por ti". Tener un primo en
Francia, o un antiguo amigo, era como tener un salvoconducto para salir del
Campo de Concentración. "El que salía quedaba obligado a reclamar, una vez
encontrado trabajo, al que había quedado dentro." La agricultura francesa
acogería a muchos españoles exiliados. Era mano de obra barata, generosa, y
agradecida.
Pero lo que más
quedaba grabado en su mente era ver, desde el tren, a su mujer y sus dos hijos
en el andén de la Estación de Ferrocarril de Caspe, última visión que tenía de
ellos cuando se incorporaba al Frente Republicano. Era el mes de Febrero de
1938. Y el esfuerzo que había hecho en roturar tierra para el cultivo en el
paraje de La Silleta en la Sierra de Arcos de Albalate del Arzobispo, quedaba
todo inútil. Su familia estaba "abandonada". Aunque es verdad que confiaba en
sus suegros y sabía que éstos no les abandonarían. Porque la vida en el pueblo
era dura, muy dura, sigue recordando el ahora abuelo Laureano camino de los
noventa y nueve años.
No se le ha ido de la cabeza lo que le ocurrió
un día en la casa "del amo" en Albalate. Para cenar tenían acelgas. Mi padre
como pastor rabadán (niño todavía) comía y dormía en casa del amo. Pero esa
noche llegó un amigo del señor de la casa y no teniendo qué darle para cenar, le
quitaron el plato a mi padre para dárselo al recién llegado. Él se fue a dormir
habiendo comido únicamente pan y olivas. De madrugada se iría con el pastor a
cuidar de las ovejas del amo hasta que el sol se escondiera.
La llegada de la 2ª República Española suponía
para él la Utopía que comenzaba a ser realidad. Por eso defendió la
República.
Para no perder la cabeza, comenzó a vivir
intensamente el presente de su "nueva vida". En Orleáns buscó trabajo, hizo
encargos, trabajó en el campo como jornalero eventual, hizo cualquier cosa que
saliera al paso con el fin de sobrevivir. A Sandríne le llevaba todo lo que le
fuera útil: productos del campo, leña, carbón, etc., todo lo que les hiciera la
vida un poco más llevadera. Porque para Francia comenzaban también tiempos
difíciles.
La viejecita costurera quería a mi padre, y mi
padre la respetaba y cuidaba con cariño.
El 10 de Mayo de
1940, Alemania invade los Países Bajos y seguidamente pasan a Francia. El 14 de
Junio del mismo año, París es ocupado por los alemanes. Monsieur Reynand dimite
el día 16, y el mariscal Petain forma un nuevo gobierno, al frente del cual
firmaría el armisticio por el que Francia quedaba en manos de la Alemania de
Hitler. Las tropas alemanas comenzarían a extenderse hacia el sur.
En aquellas circunstancias una noche mi padre
comunica a Sandrine que debe marcharse hacia el sur. "No solo corre peligro
él como anarquista español, sino que le pone en peligro a ella." La
despedida es desoladora. Sandríne abraza a mi padre, y mi padre dándole un beso
en la frente desaparece de inmediato.
Trabaja algún tiempo en Poitiers en la
agricultura; y definitivamente se pierde en la gran Ciudad de Burdeos. Alquila
una habitación "con derecho a cocina" en la pequeña y céntrica Plaza de Camille
Pelletan.
Los alemanes ocupan
totalmente Francia, y en Burdeos los españoles exiliados comienzan una vida de
trabajos precarios, de ocultación, y de ansiedad. Los alemanes "los llevaban
a raya". Molina trabaja en la Estación de Ferrocarril de Mercancías
descargando vagones de patatas. "Los alimentos escaseaban y las gentes
sobrevivían como podían". Las patatas desechadas, porque comenzaban a
podrirse, eran inmediatamente recogidas por las gentes hambrientas para
cocinarlas y comerlas.
"Una viejecita que recogía esas patatas
tropezó sin querer con un soldado alemán, y éste de una patada la arrojó al
medio de la calle. Los que presenciaron la escena recogieron a la anciana con
los puños y dientes apretados."
Sigue recordando mi padre: "Para evitar
esas escenas inhumanas de los soldados alemanes de malos tratos, les decíamos a
las gentes que nos dieran sus direcciones, y ellos al repartir por la ciudad con
los camiones el racionamiento de alimentos, les dejarían en sus puertas los
sacos de patas desechadas. Evitábamos así ser vistos por los soldados, pues las
represalias no se hacían esperar." Estas escenas, auténticamente ciertas,
indican gráficamente cómo vivía en Burdeos muchísima gente.
Los españoles
acostumbraban a juntarse los domingos por la mañana paseando calle arriba, calle
abajo, por la Tours de Victor Hugo, desde "le Pont de Pierre" hasta la "Rue
Sainte Catherine". Intercambiaban información y se daban ánimos unos a otros.
Al anochecer, un día, Molina les dice:
"Esta quietud y 'calma chicha' que se respira hoy, no me huele nada bien; me
voy a pasar la noche al campo".
-"No fastidies, le respondieron los
compañeros. Eres un exagerado."
Los dejó con las cartas, cogió lo
imprescindible, atravesó el Garona por el Puente de Piedra, recorrió hasta el
final la "Avenue Thiers" dirección norte, y en Cenón se perdió por los campos.
Pasó la noche en los prados con el sonido de los cencerros de las vacas, y
oculto entre la maleza.
"Aquella noche los soldados alemanes
hicieron la gran redada. Los compañeros de juego terminaron en los Campos de
Concentración y de Exterminio Alemanes".
La intuición de mi padre le
salvó.
Mi familia pensaba que no habíamos tenido
noticias de mi padre hasta después del final de la Guerra Europea. Pero no fue
así. Rebuscando entre las fotos estos días encontramos una de mi padre hecha en
Burdeos, fechada el 31 de Diciembre de 1942. Por su valor sentimental para
nosotros la reproduzco con el texto que venía al dorso.
Decía:
"Querida esposa e hijos. Siempre y con
cariño de vuestro querido padre, que tanto os quiere y no os olvida un momento.
Feliz Año Nuevo 1943. Para toda mi familia besos y abrazos…, y a todos los que
por mí pregunten… Adiós foto con fortuna, con más fortuna que yo, que vas a ver
a mi familia a la que no puedo ver yo." Firmado Laureano Molina. A
31-12-1942.
La foto llegó a Albalate del Arzobispo, vía
Inglaterra, y con sello camuflado alemán. La Organización Anarquista logró sacar
de Francia unos paquetes de cartas y hacerlas llegar hasta Inglaterra, y desde
allí otros anarquistas las introdujeron en España.