La
represión política suele ir acompañada por violencia. El ejercicio de la violencia pretende ejemplificar
el castigo para conseguir el temor en la sociedad, con el objeto de que se
reprima a sí misma en el ejercicio de la libertad, que queda así anulada para todos, excepto para quienes
ejercen el poder. La violencia política no es irracional,
obedece a una ideología y a una política de Estado.
La represión política es en ocasiones es sinónimo de intolerancia política, ideológica, religiosa y
social. Cuando la represión política es sancionada y organizada por el estado, puede desembocar al terrorismo del Estado, genocidio y crimen contra la humanidad.
Los objetivos de la represión política son varios por una parte busca controlar, a través de la fuerza, a aquellos
componentes políticos, sociales, económicos y culturales que podrían
obstaculizar la consolidación o perpetuación de un sistema de poder y que
atentan contra los intereses de los sectores mas dominantes. Regular y disciplina el comportamiento de la población; es decir, inducir una
determinada mentalidad, también
busca infundir miedo, inseguridad, desesperanza y silencio, y generar un
“debilitamiento” de la dignidad con el propósito de fragmentar la identidad
personal y colectiva. Así rompe con el tejido social.
Dentro
de las acciones utilizadas en la represión política se encuentran la amenaza;
el amedrentamiento; el hostigamiento; la persecución; la detención y
encarcelamiento político arbitrario; la desaparición forzada; la tortura
física, psicológica, emocional o sexual; el exilio; la ejecución extrajudicial,
y la masacre.
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